29 may 2011

Los peligros de la Ley: entre la ambigüedad y el control

Gloria Ortega Perez
De proteger derechos de autor a controlar los contenidos en Internet, solo hay un paso. El proyecto sencillamente desconoce la nueva realidad de la web 2.0 y pone en peligro los derechos fundamentales. Por eso la comunidad de blogeros está manifestando su rechazo en forma creativa e incisiva.

¿Entonces, de qué vive el artista?

"Bájalo, gózalo, vívelo"...
Con este estribillo en uno de sus últimos éxitos, el setentero y gran músico de salsa Henry Fiol, decidió regalar su música a los usuarios de internet porque, como lo dice en su son:
"No se puede competir
con tanta tecnología,
por eso ha llegado el día
que me tengo que rendir..."
El artista neoyorquino, con 16 producciones discográficas a lo largo de su carrera, proporciona en su sitio web los links para descargar sus últimos trabajos: "De Cachete" y "Salsa Subterránea". Además facilita el diseño full color de las carátulas de los mismos, por si alguien prefiere una copia física en un CD. Quiere que su música sea "del pueblo y para el pueblo". Fiol tomó esta decisión porque su música siempre ha padecido de una pobre distribución comercial y porque a través de internet "alguien en África, Japón, Europa o donde quiera, puede descargar mi música".
Pero entonces, ¿de qué vive el artista? Lo suyo hoy son conciertos y presentaciones. No es que no le interese seguir vendiendo CDs, sino que convirtió a la red en su aliada como fuente de ingresos. Lo tiene claro. Por ahí lo conocen, lo escuchan, lo copian y lo bailan, es decir, se promociona para que después lo busquen para presentarse en conciertos en vivo, como ocurrió el pasado fin de semana en tres ciudades de Colombia.
Fiol es uno de esos artistas que han conseguido sintonizarse con la nueva realidad y adaptado al cambio de paradigma en la protección de los Derechos de Autor (DA), para saltar de la moribunda industria del CD hacia la virtualidad, cuya regla de oro es compartir.
La realidad ya cambió
Compartir: comprender el significado particular de este concepto en el ámbito de la red permitiría entender mejor -y quizás enfrentar mejor- la piratería por internet. Para los usuarios de la red compartir no es copiar, reproducir o robar, sino hacer uso de contenidos, programas, textos, música, videos, libros, fotos...
Todo libremente disponible mediante los buscadores para ser tomado en cualquier fuente y formato, sin que por ello se tenga que pagar un solo peso, pero tampoco se corra el riesgo de ser perseguido por delito alguno.
Así funcionan las cosas en la red y, en general, en la sociedad de la información y del conocimiento. Un mundo virtual de acceso libre a todo tipo de contenidos, gracias al avance imparable de las tecnologías, que también han conseguido correr y hasta borrar las fronteras, democratizando de veras la comunicación y la información y poniéndola al alcance de usuarios con conectividad.
Rechazo de la Ley Lleras
Por todo esto, la sola idea de regular o controlar el uso de contenidos en Internet en Colombia, generó un rechazo inmediato por parte de la comunidad de internautas. El proyecto de Ley sobre Derechos de Autor en Internet, o #Leylleras(etiqueta o hashtag en Twitter), ha sido tema de gran interés entre los usuarios de la red, llenando espacios de comentarios, opiniones y críticas a través de distintos formatos de parte de especialistas, pero también de usuarios ">anónimos, pero no menos reales, que han bajado el proyecto de ley, lo han copiado, reproducido, enviado, ‘linkiado'(¿cómo se dirá?), grabado y transformado, para debatirlo en foros presenciales y virtuales, webs, chats, redes sociales (Facebook y Twitter) y blogs.
El proyecto que comenzó a estudiar la Comisión Primera del Senado es resultado de un compromiso del gobierno colombiano con el de Estados Unidos para poder suscribir el TLC. Así lo dice de manera explícita la exposición de motivos de la ley.
Quizás esto explique la improvisación que se refleja, a lo largo de sus 38 páginas y la evidente desconexión que existe con el mundo virtual. También explica que esté en el ojo del huracán, debido a su denso y ambiguo articulado en asuntos extremadamente sensibles, como los derechos a la intimidad, a la libertad de expresión y al acceso a la información.
La Ley no reconoce por parte alguna que todos los usuarios de la red, en mayor o menor medida, también son autores que debería proteger y no sólo en materia de derechos de propiedad intelectual. Su estrecho enfoque solo trata de dar respuesta a la legítima necesidad de la industria cultural y del entretenimientofrente al delito de la piratería en internet.
Los internautas del mundo entero y obviamente de Colombia se han movido al ritmo trepidante de la evolución de las TICs (Tecnologías de la Información y la Comunicación), dejaron de ser solamente consumidores de información en una red estática (Web 1.0), para convertirse en usuarios que interactúan entre sí en un sistema abierto unidos por conceptos claves como crear, colaborar, participar y compartir (Web 2.0), dentro y fuera de las redes sociales o comunidades virtuales.
Esta misma evolución hizo inevitable que internet dejara de "pertenecer" exclusivamente a los tradicionales productores y distribuidores de contenidos, haciendo de paso obsoleta la idea de que la red es un mar abierto propicio para la piratería.
La premisa equivocada
Las premisas de partida de la norma son falsas. De un lado, no distingue entre los que se lucran en las calles de Bogotá o de cualquier otra ciudad vendiendo CDs pirateados mediante un proceso industrial de copiado deliberadamente delincuencial, y los usuarios que de manera abierta en internet bajan, enlazan y hospedan en webs, blogs y redes sociales contenidos para su uso informativo, educativo y de disfrute personal.
La ley dice que el acto de publicar o "subir" una obra a Internet (procedimiento técnicamente conocido como puesta a disposición), constituye una reproducción de la creación intelectual, que debe ser previa y expresamente autorizada por su autor o titular de derechos.
Pero, si además a la página web o blog ingresa cualquier persona y tiene acceso a la obra, se configura un acto de descarga que igualmente debe ser previa y expresamente autorizado por el autor o titular de la obra.
En conclusión, se define como piratería en internet o ciberpiratería a "la explotación de obras, por ejemplo la puesta a disposición y descarga, sin contarcon la previa y expresa autorización del legítimo titular de los derechos (énfasis agregado)".
Los peligros de la ley
Quizás por esto algunos usuarios consideran que más que proteger los derechos de autor, la ley busca controlar los contenidos en la red. Dice la usuaria de twitter @yoligrilla: "Como autores nos perjudica enormemente, porque como está planteada, nos limitaría el derecho a hacer uso de la información (incluso del hipertexto e hipervínculo) y publicarla ya que alguna estaría protegida por DA, lo cual es ridículo".
Una de las mayores preocupaciones que despierta el proyecto de ley es la posibilidad de delegar el control de los contenidos de la red en manos de los Prestadores de Servicios de Internet (PSI), copiando disposiciones ya vigentes en España y en Francia.
Esto significa que la ETB, Telefónica Telecom, Telmex y Empresas Públicas de Medellín (EPM) tendrían la autoridad administrativa para bloquear o cortarle el servicio a webs, blogs o cualquier usuario que consideren ha violado el copyright o DA de algún titular.
Aunque será un juez el que "autorice" el bloqueo o desconexión de un usuario, luego de determinar la ocurrencia de un delito sobre un bien protegido, la norma ni es clara, ni directa ni taxativa en señalarlo. Igualmente, es contradictoria y pendular sobre el alcance y responsabilidades (Artículos 3 y 9) de los PSI, abriendo un peligroso margen para "equivocaciones de buena fe" del proveedor.
Este mandato disparó las alarmas de los usuarios. Si los PSI activan la conexión, los enlaces, las redes, el hospedaje y el almacenamiento de páginas web, archivos, desarrollos, chats y el envío de correos electrónicos, el proyecto de ley no dice en parte alguna que no puedan acceder también a datos personales, poniendo así en riesgo el bien jurídico protegido de la seguridad, la privacidad y la libertad de expresión de cualquier usuario de la red.
Ahora bien, si por vía de la corrupción y la criminalidad el poder judicial y las cárceles cada día se saturan más de infractores, por vía de la #leylleras no habrá celdas para tanto infractor.
El articulado, de principio a fin, tipifica delitos y responsabilidades civiles, penales y administrativos de los usuarios infractores, estableciendo penas y multas que duplican a las existentes en la legislación de DA "callejero". "Una Ley que parte de la mala fe de los usuarios de que somos todos unos delincuentes, es una ley mediocre", dijo una usuaria en Twitter.
Aunque el ministro del Interior Vargas Lleras diga que no se va a "censurar, criminalizar o judicializar" a quienes descarguen y compartan contenidos en Internet y que tampoco habrá censura para el acceso a la información, la ambigüedad de la norma hace que sea apenas comprensible que el virus del fantasma de las "chuzadas del DAS" se haya instalado profundamente en la mente de los internautas colombianos.
El entorno social de los blogeros
En Colombia hay registrados más de 5000 Blogs donde sus autores no solo publican opiniones propias y de otros, sino que comparten textos, música, videos, documentos e imágenes. Muchos de estos espacios cuentan con copyright a través de licencias como Copyleft y Creative Comons, pero no es algo que preocupe demasiado a sus autores. Que sean copiados, citados o usados sus contenidos no se percibe como una violación de propiedad intelectual ajena, sino como un acto de compartir.
En la actualidad, opina @jose_iglesiasb "el acceso a la información ha permitido la creación de redes de gestión de conocimiento en diferentes contextos que se han dado a conocer a través de blogs, web, redes sociales, etc. y han tomado y transmitido información o contenidos que se encuentra en la misma internet para sensibilizar y compartir conocimiento (...) Ya existe una Ley de DA en Colombia y estas normas no cambian solo por pasar de átomos a bits. En todo caso los ponentes de dicho proyecto; industrias, políticos y artistas buscan el beneficio propio y de terceros, como tratados, negocios, etc.".
Sin embargo, aún se conoce poco de estos nuevos medios de expresión, participación y opinión como los blogs y las redes sociales, pero es evidente que ha imperado espontáneamente una especie de autorregulación, de puesta en marcha de una ética y estética a nivel individual, pero compartida en la envolvente dinámica de Internet.
SOY LIBRE, SOY BLOGER es un manifiesto de blogeros del mundo hispano, creado por colombianos y único en su género, en defensa de la libertad de expresión, quienes adhieren libremente y se comprometen con un conjunto de derechos y responsabilidades en Internet.
¿Quién controla el poder de la información?
El poder editorial que hasta hace un tiempo era monopolio de los grandes medios analógicos de información, hoy está en manos de gente común de la blogosfera. Sin embargo, con esta ley, advierte el blogero @Geraldkurt, "podríamos vernos limitados al momento de utilizar material vital que pudiera estar "protegido" (...) Además es una legislación estática para un medio dinámico de interacción. Podría abrir la puerta para un control en la red, sobre qué vemos, qué escribimos o con quiénes hablamos. Es abrirle la puerta a la intromisión".
Los blogs son una herramienta clave que ha permitido democratizar la comunicación y evitar que el control de la información quede en manos de los políticos, los poderes económicos, los grupos de presión y por supuesto, de los mismos medios de comunicación.
Desde otra perspectiva, la ley tendría un efecto contraproducente para el fomento de la innovación. Para @CamilodeGuzman "penalizar el acceso a contenido protegido hoy (la mayoría extranjero), en un mundo interconectado, en un país con una población de jóvenes que supera el 40 por ciento, es mala idea. La ley generará barreras para generaciones de colombianos que se verían muy beneficiados de un libre acceso a la información y al conocimiento".
La sola existencia de la ley lleva a que internet pierda su neutralidad en Colombia. No se puede legislar DA en internet lo mismo que en el mundo físico, como tampoco será posible controlar tanta información que comparten los usuarios. Además, la mayoría de jueces y abogados no tienen las competencias técnicas ni las herramientas para enfrentar la piratería en internet, si no han conseguido controlarla en el mundo físico.
Por último, la "ley Lleras" no estimula a los usuarios a dar un uso libre, pero responsable, de los contenidos en la red como un principio de justicia y equilibrio para la protección de derechos de autor. Tampoco fortalece o impulsa las potencialidades de la participación ciudadana en la gestión del conocimiento y en la democratización de la información y la educación.
Mejor la confianza y la autorregulación
¿No será mejor una ley sustentada en la confianza, que promueva principios y valores éticos para la autorregulación? ¿Será un delito este mismo texto, que usted está leyendo, que lleva enlaces a videos, noticias y textos con DA protegidos? ¿Violo yo los DA de Razón Pública si subo este texto a mi Blog?
Una ñapa final, mientras escucho De Cachete de Henry Fiol: en una extraordinaria conferencia sobre los Corsarios Digitales en TEDx, Pablo Arieta dice: "">Necesitamos encontrar el nuevo Gabriel García Márquez, que seguramente no es el hijo del telegrafista de Aracataca, sino el hijo del dueño del café internet y en este momento está jugándose un video juego, chateándose con sus amigos, haciendo un remix y viviendo como un Corsario".

* Periodista de profesión, comunicadora por opción y fotógrafa por pasión. C
onsultora del IIDH en libertad de expresión.
Blogera http://somossentipensantes.blogspot.com

Las consecuencias del choque de poderes

Hernando Gomez Buendia

En la pelea de Uribe con medio mundo, es muy probable que el ganador sea Uribe y el perdedor sin embargo sea Colombia, según este análisis del Director de Razón Pública sobre las implicaciones más duraderas de la crisis.

La tormenta

El Presidente de la República denuncia a la Corte Suprema de Justicia por "un complot para buscar testigos que me comprometan con la parapolítica". Y el Presidente de la Corte Suprema denuncia "un complot entre paramilitares y funcionarios del gobierno en contra la Corte".

El Presidente acusa al ex presidente y jefe del Partido Liberal "de haberse aliado con 'Los Pepes' para acabar con Pablo Escobar". Y el ex presidente acusa al Presidente de haberse opuesto a la extradición de Escobar y permitir "el ingreso fácil y frecuente de delincuentes a la Casa de Nariño", mientras un Senador de su bancada declara que "le tiene miedo a Uribe".

Día por día aparecen personajes tenebrosos que testifican o cambian su testimonio en contra de parlamentarios, jueces, fiscales y altos funcionarios en relación con delitos de suma gravedad; y esto incluye al Presidente.

Los congresistas amigos del gobierno entran y salen de la cárcel por la parapolítica o la yidispolítica mientras los congresistas opuestos al gobierno son indagados por la farcpolítica y el Congreso se apresta a reformar la justicia.

El Presidente regaña a su Ministro de Justicia porque llamó al Fiscal para hablarle de su hermano enredado con un capo. Y el Vicepresidente exhorta públicamente al Presidente a comportarse con más "dignidad en el cargo".

Así pues- y sin obstar los consabidos llamados de gremios y editoriales a izar "la bandera blanca"- estamos ante un proceso severo y creciente de criminalización de la política y del debate político en Colombia.

Las percepciones

Y es que la Corte Suprema de Justicia quiere desquitarse del Presidente Uribe. La justicia está al servicio de la oposición y les hace juego a los terroristas. Petro y Córdoba son fichas de Chávez que andan buscando cómo enlodar al Presidente y sus colaboradores. La parapolítica y la yidispolítica son montajes o exageraciones de los resentidos que no aman a su patria ni quieren ver el éxito evidente de la Seguridad Democrática.

Esto es lo que creen a pie juntillas muchos colombianos de todas las regiones y todos los estratos, empezando por el propio Presidente.

O es que el Presidente Uribe está jugado a encubrir a los paramilitares y a los parapolíticos que han sido sus aliados desde siempre. Por eso son tantos sus colaboradores y allegados en líos con la justicia. Por eso difama a los magistrados, fiscales, congresistas o periodistas que tienen el valor de denunciar esos crímenes atroces. Por eso abusa de su poder, y para eso quiere perpetuarse.

Esto es lo que creen a pie juntillas muchos otros colombianos de todas las regiones y todos los estratos.

Son dos lecturas cerradas o dos "marcos perceptivos" tan distintos como los de un cristiano y un musulmán. Porque, en efecto, son muchos los estudios y experimentos psicológicos que muestran cómo los humanos tendemos a percibir los hechos de modo unilateral, a tomar partido y a interpretar cada nuevo incidente como una confirmación de nuestro punto de vista. De esta manera nacen los nacionalismos, las ideologías o las "fanaticadas" deportivas, todos los cuales se intensifican a medida que se producen disputas o conflictos con el bando contrario. Por eso la polarización entre uribistas y anti-uribistas tiende a aumentar con el paso del tiempo y con la intensidad de los ataques recíprocos.

Pero "polarización" no implica división entre dos grupos más o menos parejos, sino que en este caso significa una distancia perceptiva y emocional creciente entre la mayoría (alrededor del 70% firmemente uribista, según las varias encuestas) y la minoría (alrededor del 20% firmemente antiuribista). Los efectos políticos de la tormenta dependen, como veremos, de esta tan desigual relación de fuerzas. Pero antes:

¿Quien tiene la razón?

Por supuesto que los hechos fueron de una manera y no de otra, de suerte que en cada caso y sobre cada acusación la verdad es una sola. Sin embargo (y sin entrar en honduras filosóficas) nadie puede tener la certeza ni la prueba absoluta de cómo fue cada cosa. Y es aquí donde cabalmente entran a jugar las interpretaciones o "marcos perceptivos" que, eso sí, pueden ser más o menos rigurosos.

La ciencia es el marco más riguroso, y puede ser que los historiadores algún día desentrañen exactamente qué pasó en el gobierno de Gaviria o el de Uribe. Mientras tanto los rumores y los escándalos de prensa seguirán "confirmándole" a tirios y a troyanos que ellos están en lo cierto y que el otro bando actúa de mala fe.

Entre esos dos extremos - la ciencia y las noticias- el análisis de episodios similares en distintos contextos sugiere algunas respuestas a la pregunta de "quién tiene la razón" en este caso:

-Primero, cada una de las acusaciones tiene algún fundamento o se apoya en algunos "indicios" objetivos, que sirven, como mínimo, para que el bando en cuestión la tenga por creíble. El resultado, como mínimo también, es un desgaste de la imagen de cada actor y una pérdida neta de legitimidad para el sistema político en su conjunto.

-Segundo, es improbable que sólo un bando tenga la razón, o sea que todos los delincuentes estén a un lado y todos los calumniados estén al otro lado. Habrá distintos niveles de gravedad y responsabilidad por hechos acaecidos bajo distintos gobiernos y en las distintas ramas del poder público.

-Tercero, en principio y por lo general, en estas situaciones son más creíbles las acusaciones que las defensas o las disculpas. Y es porque, en principio y por lo general, los protagonistas en una historia sucia (como es la narco-historia política de los últimos años) difícilmente pueden salir limpios.

- Cuarto, ese talón de Aquiles permite que cada quien se excuse en los pecados del otro, o que responda a cada acusación con otra acusación en vez de una defensa. "Soy inocente de X porque mi acusador es culpable de Z" es el razonamiento que de hecho predomina en el debate político de hoy. Se trata de una falacia evidente, que sin embargo convence a la galería.

Los tribunales de justicia existen precisamente para evitar galerías y falacias. Los tribunales son falibles, por supuesto, y así lo muestra el caso Dreyfuss, el de O. J. Simpson, o el de Ernesto Samper entre nosotros. Pero aún si la sentencia es "contra-evidente", no hay más remedio que someterse a ella. Si el juez obró de manera torcida, hay que denunciarlo y probarlo ante otro juez; y si las reglas que aplica no son justas, hay que cambiarlas por medio de nuevas leyes. Lo contrario sería caer en el anarquismo o justificar la insurgencia armada. Y con la misma lógica, cuando un Presidente descalifica los fallos de los jueces, está quebrando el Estado de Derecho.

No es posible saber "quién tiene la razón" en esta enrevesada controversia. Pero ni la ciencia, ni la prensa, ni el análisis comparado -ni por supuesto las percepciones de la mayoría o de la minoría- pueden aproximarse más a la verdad que el aparato de justicia. O quien sea Presidente se atiene a lo que fallen los jueces, o da un golpe de Estado.

¿Peligra la democracia?

Por lo anterior ha dicho el Presidente de la Corte Suprema que con Uribe "la democracia está en riesgo". Pero si democracia significa "gobierno de la mayoría" o, para ser más exacto, "gobierno con el consentimiento de la mayoría", habríamos de inferir que ese riesgo no existe, porque el 70% de los ciudadanos está dispuesto o pre-dispuesto a aceptar cualquier decisión del Presidente Uribe.

En este momento, como en cualquier momento, se dirá que ciertas decisiones no son pensables o no serían apoyadas por la mayoría; y sin embargo el movimiento continuo de los límites es el gran distintivo y resultado de los procesos de polarización política. Si el Presidente es demasiado radical, la ventaja de 70% a 20% podría achicarse, y el 10% que está o intenta estar, digamos, en el "centro", podría inclinarse contra él. Pero la psicología social enseña que la gente no cambia sino que se enardece, y que los "indecisos" acaban por repartirse entre los bandos en la misma proporción que el resto de la gente (y entonces quedaríamos 77 a 23 por ciento).

Así pues Álvaro Uribe no tiene ni tendrá necesidad de apelar a los cuarteles para cerrar la Corte o allanar las sedes de la oposición. Le basta con apelar al marco perceptivo que comparte con la mayoría de los colombianos -y también con la mayoría de los congresistas- para seguir gobernando a base de "golpes de opinión" y de leyes o contra-leyes que le vayan allanando el camino a él y a sus aliados.

Esta democracia plebiscitaria, o cesarista, o delegativa, como la llaman distintos autores, no es una democracia genuina, o liberal, o madura, como también la llaman los autores. Pero puede guardar las formas y los ritos de la democracia y la legalidad ante los ojos de la mayoría de los ciudadanos.

La lectura internacional será más complicada. Hay quienes en el exterior comparten el marco perceptivo del uribismo o hay quienes, por su propio interés, están dispuestos a acompañar a Uribe hasta muy lejos. Aquí figuran Bush y tal vez McCain, pero Obama y Joe Biden han firmado varias cartas que critican a Uribe: el viento, por demás decisivo, de Estados Unidos, no sopla a favor del "furibismo". Aunque Europa en general apoya la Seguridad Democrática, los europeos en general se ponen del lado de los jueces. Y el endurecimiento del gobierno colombiano será agua para el molino de Chávez, Correa y Ortega en América Latina.

Reelección, reelección

El enfriamiento de Washington es, para el empresariado y para una fracción del uribismo, una razón de peso para pedirle al jefe que "guarde la mesura frente a las cortes y la oposición". Esta es la actitud del Vicepresidente Santos, del partido de la U y de los grandes medios de comunicación. El Presidente sin embargo no hará caso ("A mí me da mucha lidia quedarme callado") y el ala "rural" o dura del uribismo es eso, dura, de manera que ahora está en su salsa.

La tensión dentro del bloque uribista va entonces a aumentar y el Presidente se apoyará más en sus jefes "de maquinaria" que en sus figuras "de opinión", lo cual enreda el proceso, ya de por sí en veremos, de escoger a un sucesor.

Y es que de todas formas, el Presidente Uribe no tiene sucesor. Primero porque a la sombra de un caudillo no puede florecer otro caudillo. Segundo porque el carisma no se endosa. Tercero porque los sucesores en ciernes (Vargas Lleras, Francisco o Juan Manuel Santos, Carlos Holguín, Luis Felipe Arias, Luis Carlos Restrepo.....) se estorban unos a otros. Cuarto porque ni Uribe ni el (mayoritario) país uribista pueden correr un riesgo así de grande. Y quinto porque si Uribe tuviera el talante para hacerse a un lado no habría tenido el talante para hacer lo que hasta ahora ha hecho.

En la tormenta de estos días salió a flote una razón adicional para que Álvaro Uribe se empeñe en su segunda reelección. Ahora está advertido de que al salir de Palacio sus adversarios moverán cielo y tierra para llevarlo a juicio ante la Corte Suprema (Artículo 235 de la Constitución) o aún ante la Corte Penal Internacional, cuyo Fiscal Moreno Ocampo fue testigo personal de la tormenta. Están tratando de "ponerme preso", declaró el Presidente, aunque eso "les va a dar mucha lidia".

Y mientras tanto está por acabarse el plazo que el Presidente tiene para decirle al Congreso y al país qué piensa hacer con los cinco millones de firmas.

Un Congreso retrechero

Ningún proyecto de reforma constitucional despierta tanto encono ni moviliza intereses tan poderosos como la idea de reelegir a un Presidente. Lo vimos hace unos años, y esta vez lo veremos con más intensidad, porque la resistencia va a ser mayor y la presión también será mayor.

En estas circunstancias se valoriza el voto de cada congresista, y ya sabemos lo que esto significa: más puestos, más notarías, más giros- aunque también más cuidado de incumplir las promesas o de quedar en manos de alguna Yidis.

Y las gabelas no serán solamente clientelistas. El Congreso comenzó a tramitar los proyectos de reforma política y reforma de la justicia que el Gobierno acaba de presentar en forma muy discreta y por pura coincidencia. Estas reformas versan, ni más ni menos, sobre si habrá sanciones políticas por complicidad con los paramilitares y sobre quién y cómo juzgará en adelante a los políticos. ¿Cuál Presidente se le mediría a pisar los callos de los partidos o de los congresistas cuando estén debatiendo si él se queda en el cargo?

La justicia en entredicho

La batalla por la reelección pasa también por las Cortes, y seguramente ahí provocará nuevas tormentas. Pero la historia que resumida a continuación es ya bastante para temer la politización de la justicia como contra-cara de la justicialización de la política:

Cronología de los choques entre el Presidente y las Cortes

2006, Septiembre. Yesid Ramírez, ex presidente de la Corte Suprema, afirma que el Gobierno incumplió la promesa de no terciar en las desavenencias entre los altos tribunales. El Presidente Uribe responde que no faltó a su palabra.

2007, Julio. La Corte Constitucional niega el reconocimiento de la sedición como delito político. Uribe sostiene que lo hizo por “un sesgo ideológico” y que le hizo juego al “terrorismo”. La Corte respondió que no aceptaba injerencias de otros poderes.

2007, Julio. Uribe afirma que un magistrado le ofreció beneficios a 'Tasmania' para que lo involucrara en un delito. La Corte Suprema desmiente el cargo.

2008, Enero. El magistrado César Julio Valencia declara que Uribe le preguntó por el juicio a su primo el Senador Mario Uribe. El Presidente lo niega e instaura una demanda penal contra Copete.

2008, Abril. El Presidente sugiere la creación de un "supertribunal" que sustituya a la Corte en el juzgamiento de los altos funcionarios. La Corte contesta que no hay razón para reformar “una institución que está funcionando”.

2008, Junio. Al condenar por cohecho a Yidis Medina, la Corte afirma que el Gobierno incurrió en “desviación de poder”. El Presidente la acusa de aplicar una "justicia selectiva", dos altos funcionarios suyos interponen demandas penales ante el Congreso y Uribe anuncia un referendo para repetir las elecciones del 2006.

2008, Agosto. Dos secretarios del Presidente se reúnen con supuestos informantes contra la Corte y el gobierno se abstiene de informar a los jueces. Así se desata la tormenta.

Independientemente de "quién tenga la razón" en cada uno de tales episodios, es natural que los jueces reaccionen con un cierto -y nocivo- "espíritu de cuerpo" (como en su acuerdo de emitir fallos unánimes) y en todo caso es indudable que su prestigio y su credibilidad han sufrido en este choque prolongado con un Gobierno abrumadoramente popular. Es algo que, en mala hora, comprueban las encuestas.

La oposición confundida

También es claro que a raíz de la tormenta, el Partido Liberal ha roto con Uribe de manera difícilmente reversible, y que esto facilita su acercamiento al Polo para una eventual candidatura de unidad que le haga frente a Uribe. El esfuerzo sumado de los dos partidos en el Congreso y en la plaza pública podría recomponer en algo la balanza del 70-20, y hasta sería posible que César Gaviria, ahora provocado, se presentara como un candidato relativamente fuerte. Pero este riesgo fortalece la idea de que el uribismo sólo puede presentarse con Uribe, y el candidato de oposición, César Gaviria u otro, de todas formas lleva las de perder contra el caudillo.

Es más. Aunque la oposición se una y aunque tenga más votos, su papel se desviará hacia el sólo objetivo de impedir la reelección de una persona (será un "toconur", un "todos contra Uribe") y su agenda seguirá reducida al Código Penal. Será una oposición judicializada, un destapar escándalos en vez de impulsar cambios, un distraerse o un sustraerse de las luchas sociales, una oposición política que en realidad está por fuera de la política.

Y Colombia, el perdedor

Tal vez lo único bueno que puede resultar de estas tormentas es algún esclarecimiento de la verdad o mejor, de las verdades, y alguna sanción política para los responsables de un daño tan profundo ("es que el debate político también ayuda", como dijo el Presidente). Sin embargo, como quedó explicado, estos "debates" enardecen pero no demuestran, generan mucho calor pero muy poca luz. Y harto mejor sería que aquellas verdades y aquellas sanciones provinieran de la investigación autónoma de los fiscales, del juicio sereno de los tribunales y del sentido ético de los ciudadanos.

Lo demás son pérdidas. Colombia pierde en gobernabilidad, en clima de negocios, en legitimidad del sistema político, en credibilidad de la justicia y en imagen internacional. Se expone incluso a "implicaciones inimaginables" -la advertencia vino de Francisco Santos- porque las peleas verbales entre los de arriba suelen acabar en peleas físicas entre los de abajo.

Con un poco de cinismo o un poco de piedad, uno podría decir que los protagonistas de la tormenta son víctimas de la historia o de sus propias historias. Pero Colombia pierde porque esa historia se prolonga y se agrava en estos hechos, porque la crisis no está siendo usada para empezar a cambiar la inercia que traemos, para moverse hacia lo que en nuestra sociedad ya debería darse por sentado:

- Una justicia independiente, apolítica, cuyas pruebas no se reducen a la figura del "sapo" y es acatada por todos.

- Un Presidente que encabeza la batalla contra todos y no apenas contra algunos criminales, que respeta a los jueces y los apoya con entusiasmo.

- Un Congreso que legisla y vigila en interés del público y cuyos miembros no merecen ser encarcelados.

- Una oposición que proponga programas y no sólo denuncias criminales.

- Una democracia "genuina", "liberal", "madura" en vez de una "plebiscitaria", "cesarista", "delegativa".

Y es porque "si la sal se vuelve insípida ¿con qué se salará?"

Fuente: http://razonpublica.com/index.php?option=com_content&view=article&id=317:las-consecuencias-del-choque-de-poderes&catid=19:politica-y-gobierno-&Itemid=27

La ruptura de las Instituciones

Hay una quiebra de las instituciones, como antes no se había presentado, de la que no nos hemos dado cuenta o hemos preferido no hacerlo.

Enceguecidos por el manejo mediático del gobierno, la mayoría de los colombianos no ha tomado conciencia sobre la gravedad de la crisis institucional que nos afecta. Para decirlo con franqueza, lo que hay no es otra cosa que una quiebra de las instituciones, como antes no se había presentado, y de la cual no nos hemos dado cuenta o hemos preferido no darnos cuenta.

En efecto, lo acontecido en el último año, este largo conflicto entre el Ejecutivo y la Rama Judicial, específicamente la Corte Suprema de Justicia -y concretamente su Sala de Casación Penal- tuvo origen en la apertura de procesos penales contra congresistas y otros servidores públicos por haber establecido vínculos con organizaciones criminales, en razón y por causa de los cuales se falseó la voluntad popular en las elecciones y las instituciones fueron infiltradas por tales fuerzas criminales. Llevar a cabo los juicios respectivos era un deber de la Corte Suprema en desarrollo de las normas constitucionales vigentes, y un proceso que ha debido contar con el respaldo y la colaboración activa del Ejecutivo y del Congreso, si quienes ejercen el poder en Colombia observaran de verdad los postulados del Estado Social de Derecho.

Desde 2002

De hecho, ha debido conmocionar al país, y concitar el afán de los órganos judiciales, de control y ejecutivos, y alarmar al propio Congreso el anuncio que hicieran las propias Autodefensas en su página de Internet en 2002 en el sentido de que tenían más del 30 por ciento del Congreso en sus manos. Es decir, nos notificaron que ellos, con su poder malévolo -conseguido a base de delitos, crímenes de lesa humanidad, narcotráfico y terrorismo-, habían logrado elegir más de la cuarta parte de la Rama Legislativa. Después lo confirmó uno de sus líderes: Vicente Castaño. Y Mancuso nos lo confirmó por televisión pocos días antes de ser enviado a los Estados Unidos por el Gobierno, a negociar su pena.

Pero en 2002 nadie se inmutó. Quienes hablaron del tema, reclamando investigaciones, fueron silenciados por una colectividad que ya desde entonces puso de moda ese unanimismo asfixiante que señala y condena a cualquiera que opine por su propia cuenta, y en general a quien piense, como amigo de las FARC.

No nos dimos cuenta de la gravedad de semejante acontecimiento político, que desvirtuaba por completo el sistema democrático. El Gobierno ha debido asumir en ese momento el liderazgo orientado a verificar de manera exhaustiva y pronta si eso era cierto. La Fiscalía ha debido cumplir desde entonces su función e iniciar las averiguaciones indispensables, para que, si estaban comprometidos congresistas, la Corte Suprema asumiera los procesos contra ellos, y en todo caso proseguir los fiscales las investigaciones respecto de gobernadores, alcaldes, concejales, diputados que hubieran podido resultar elegidos también mediante votación manipulada por las organizaciones criminales.

Pero no. Nada pasaba. Y, por el contrario, se inició el proceso -culminado pocos meses después en el Congreso- de aprobación de una ley -que paradójica y falsamente se denominó "de justicia y paz"-, orientada a lograr que se consagraran las penas más bajas posibles a favor de los paramilitares, y, peor aún, a obtener que la normatividad calificara sus crímenes como políticos -como sedición-, sin mayor énfasis en la reparación de las víctimas. Aun sin que en ese momento hubiese ley todavía, se dio principio a la famosa "desmovilización", con el compromiso teórico de los paramilitares de entregar sus armas, y de "no volver a delinquir". Pero -lo dice ahora el Gobierno- continuaron delinquiendo desde las cómodas cárceles que les fueron señaladas (con celulares y computadores a su disposición, los mismos que después, cuando fueron extraditados, desaparecieron misteriosamente, a diferencia del computador de alias "Raúl Reyes", que todos los días entrega al país nuevos datos).

La Corte Constitucional declaró exequible la Ley de Justicia y Paz, que consagró penas máximas de ocho años aplicables a quienes cometieron los peores crímenes contra miles de colombianos, cuyos cadáveres se siguen encontrando hoy en fosas y más fosas esparcidas por el territorio nacional. Pero declaró inexequible -aunque por razones formales- la norma que trataba a los paramilitares como delincuentes políticos.

Sólo en 2007 se iniciaron en serio, merced a la actividad de la Sala Penal de la Corte -el Gobierno dice que como efecto de la política de seguridad democrática- los primeros procesos por parapolítica. Y aunque los sindicados y poco a poco detenidos eran congresistas, no funcionarios del Gobierno, salvo el ex director del DAS, Jorge Noguera, a medida que avanzó el proceso de la parapolítica, se fueron resquebrajando las relaciones entre el Ejecutivo y la Corte Suprema.

Los choques

Vinieron después los bochornosos acontecimientos provocados por la contradicción entre las versiones del Presidente de la Corte Suprema, César Julio Valencia, y del Presidente de la República, Álvaro Uribe, acerca de los términos de una conversación telefónica en que, de acuerdo con el segundo, el primero indagó por el proceso iniciado contra su primo, el senador Mario Uribe. El hecho fue negado por el Jefe del Estado; negativa seguida de una denuncia presidencial contra el Presidente de la Corte ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara.

Luego vinieron las denuncias de la ex congresista Yidis Medina sobre compra de su voto, por funcionarios del Gobierno, en 2004, cuando se tramitaba la reforma constitucional que hizo posible la reelección del actual Presidente; la iniciación del proceso penal contra ella en la Corte Suprema; su condena; el llamado de atención de la Corte, en la sentencia, acerca de la desviación de poder que ese cohecho propio había significado; y la airada reacción presidencial ante el fallo, proponiendo entonces un referendo para repetir el proceso electoral de 2006.

Ya el país se había sorprendido con la irrupción intempestiva del Presidente de la República en varios medios de comunicación, sindicando al Magistrado Auxiliar de la Corte Suprema Iván Velásquez, coordinador de las investigaciones sobre parapolítica, de haber querido manipular a un procesado de apodo "Tasmania" para que declarara que el Presidente había contratado a un paramilitar con el fin de que diera muerte a otro paramilitar. Asunto bastante tenebroso, traído sin embargo de los cabellos, que después, al retractarse el paramilitar en referencia, llevó al Fiscal General a declarar que se trataba de un montaje, al parecer de un abogado y unos políticos, contra el Magistrado.

La exoneración de Velásquez de ese grave cargo hizo recrudecer las intenciones de sacarlo, como fuera, del proceso de la parapolítica: apareció una grabación extraña, tomada por la ex presidenta del Congreso Nancy Patricia Gutiérrez, de un investigador del CTI; supuestos testimonios sobre manipulación de pruebas; y lo más grave: afirmaciones gaseosas, sin nombres ni datos, y menos pruebas, del propio Presidente de la República sobre solicitudes de dinero por funcionarios de la Rama Judicial en el curso de procesos.

No se había terminado la polémica causada por esas afirmaciones sin fundamento, cuando el Presidente aportó un nuevo término al vocabulario de este oscuro período: "roscograma", con el cual quiere designar un cruce de nombramientos entre las Cortes y los organismos de control como la Procuraduría.

Una política de descalificación

Se intenta ahora, a toda costa, descalificar a la Corte Suprema. Y el Ejecutivo, después del breve paréntesis de "acercamiento", intentado en sus primeros días por el nuevo Ministro del Interior y Justicia, Fabio Valencia Cossio, ha vuelto a la política del descrédito, la presión agresiva y el ataque a los magistrados.

Durante el paréntesis, el Ministro había lanzado al aire, sin estructurarlos en un proyecto de articulado, algunos componentes de reforma a la Constitución en materia de Administración de Justicia -prolongación del período de los magistrados a 12 años, restablecimiento de la cooptación para integrar las Cortes, aumento a 70 años de la edad de retiro forzoso, integración de la terna para elegir Procurador sólo por el Presidente de la República, entre otros asuntos-, la mayoría de ellos orientados a "suavizar" los procesos de la parapolítica y la yidispolítica.

Ya la Corte Constitucional, el Procurador General, la Corte Suprema y el Consejo de Estado expresaron con razón, en distintas palabras, que el proyecto era improvisado y además no ofrecía soluciones para los verdaderos problemas de la justicia. Las altas corporaciones insistieron en que no se pronunciarían sino cuando se conociera el texto íntegro. Es lo obvio y lo serio. Como, por el contrario, no es serio que un tema tan importante como una reforma, que se presume integral, a la administración de justicia, se esté tramitando por el Gobierno de manera tan irresponsable, sin haber elaborado la columna vertebral de la reforma y sin armonizar sus propuestas con el conjunto de la Carta Política, creyendo que todo ese conjunto de disposiciones -por las "zanahorias" incluidas a favor de los magistrados- puede ser útil para "limar asperezas" con las Cortes, y distraer a los medios y al público, para que no se hable tanto de parapolítica y de yidispolítica.

Y puesto que la Corte Suprema viene actuando de la misma manera, como corresponde al ejercicio de su función, se retoma la política del desprestigio a sus integrantes; su descalificación; la formulación de cargos en abstracto, y todo un esquema -que parece concertado para generar dudas- sobre la pulcritud de los miembros de la Corte, y acerca de su imparcialidad. Ya el Presidente había hablado de "sesgo ideológico" en las providencias.

En fin, el respeto a las decisiones judiciales, esencial para el sostenimiento de una democracia genuina y que debería encabezar el Gobierno, según el artículo 201 -numeral 1- de la Constitución ("Corresponde al Gobierno, en relación con la Rama Judicial: 1.- Prestar a los funcionarios judiciales, con arreglo a las leyes, los auxilios necesarios para hacer efectivas sus providencias..."),, se ha perdido por completo, y lo que tenemos en cambio es un Gobierno enfrentado abiertamente a quienes administran justicia, mientras sus fallos y decisiones no lo favorezcan -a él o a sus más cercanos amigos-, y una Corte Suprema que, según el último comunicado de su Sala Plena, se ve ahora precisada a denunciar ante los tribunales internacionales una situación muy delicada, vigente en Colombia, caracterizada por la obstrucción oficial a las funciones que ella cumple en la cúspide de la jurisdicción ordinaria.

Con razón la carta del Fiscal de la Corte Penal Internacional al Gobierno colombiano, en la que anuncia que tiene el ojo puesto sobre los procesos que aquí se adelantan -a ver si culminan, y si realizan los principios de verdad, justicia y reparación- contra quienes han cometido crímenes de guerra y de lesa humanidad, y contra quienes desde la política han colaborado con ellos.

La extrema gravedad de la crisis es inocultable. Ni más ni menos, acontece que no está pudiendo operar la administración de justicia, y se busca, por medios lícitos e ilícitos, que se perpetúe la impunidad.

Fuente:http://razonpublica.com/index.php?option=com_content&view=article&id=264:la-ruptura-de-las-instituciones&catid=19:politica-y-gobierno-&Itemid=27

Sobre la historia del presente

Medofilo Medina

Me pregunto: ¿tenemos los historiadores alguna respuesta convincente para quienes se inquieran por los mecanismos emocionales que han permitido que grandes sectores de la población colombiana asuman el pragmatismo amoral de la fórmula el fin justifica los medios o la divisa del todo vale?

Estamos en la iniciación del decimocuarto congreso de Historia[1]. En nombre de la Asociación Colombiana de Historiadores, presento mi saludo de bienvenida a las autoridades que nos acompañan, a los historiadores (as) a los investigadores mayores y a los jóvenes que están en proceso de formación, a las personas que sin ser del mundo de la disciplina han arribado a esta entrañable ciudad histórica empujados por su curiosidad e interés intelectual.

Catorce es ya un número alto para la reiteración de un evento científico que convoca a un alto número de personas. Cifra y concurso que brindan motivos de satisfacción a quienes cultivamos de manera profesional la historia, pero que también nos exige y compromete. En plan apenas de enunciación, aludo a circunstancias y temas que enmarcan esta asamblea. ¿Estamos los colombianos cerrando el conflicto interno al cabo de de más de cuatro decenios? El anhelo nos inclina a hablar de la etapa del posconflicto en el que ya se siente respirando buena parte de la opinión nacional. Sin embargo el análisis frío le recordará a cualquier historiador que si bien una guerra regular termina en una fecha dada de un año y un mes igualmente dados, las guerras irregulares no se sabe cuándo terminan. Un enfoque realista sugeriría que el actual es un momento en que tendría mucho sentido la búsqueda de negociaciones. Que es el tiempo en que las palabras serenas reemplacen el lenguaje exasperado de las conminaciones y condenas. Los triunfos militares con frecuencia encandilan y embriagan, las derrotas sufridas humillan y enceguecen. La sociedad civil pude sumergirse en un torrente plebiscitario pero podría también encontrar inspiración para la acción política en un campo más fecundo: en el ejercicio de la reflexión. Por razones profesionales los historiadores estamos entrenados en el distanciamiento, y en la hora actual podemos poner sobre la mesa nuestra propia palabra.

A juzgar por el título de algunas mesas, la denominación de talleres y la presentación de Software (?)en el presente congreso la memoria colectiva es un tema que va a ocupar un amplio espacio. Ello es así, porque está dolorosamente inscrito en la actualidad nacional. También en el mundo está de moda. De los análisis sobre la anámnesis de los crímenes de las dictaduras en Argentina, Chile, Uruguay, de aquellos procesos de verdad y reparación, hemos aprendido gracias a la investigación minuciosa que sobre ellos se ha realizado y por supuesto a la incorporación en ese movimiento de muy grandes sectores de la población. Pero también tenemos que asimilar que en esas experiencias encontramos para Colombia sólo respuestas parcialmente aplicables. Allí se hizo memoria de etapas ya cerradas, históricamente acotadas. Aquí tenemos la obligación de hacer memoria sobre una sangrienta saga que aún no se cancela. Cuando hablamos de los lugares de la memoria no aludimos únicamente a la dimensión simbólica; tenemos que abordar los referentes materiales en la reconstrucción de la memoria de millones de personas. Se acerca a 4 millones de gente humilde el número de los desplazados. Digo humilde con plena conciencia filológica. Humilde procede de humus, suelo nutricio que alimenta raíces, tierra. Tierras que les fueron arrebatadas a grandes conjuntos de población rural. Esos hombres y mujeres no se transforman en plantas adventicias, antes languidecerán del todo. Ha sido un gran sociólogo e historiador de nuestro tiempo, Norbert Elias, quien ha recordado que los seres humanos no podemos sustraernos al hecho ineluctable de la muerte, pero que no es inevitable que los hombres dejen de matarse. Lo primero es del orden natural, lo segundo pertenece a la Historia. A ese horizonte miramos al tiempo con angustia y esperanza.

Me pregunto: ¿tenemos los historiadores alguna respuesta convincente para quienes se inquieran por los mecanismos emocionales que han permitido que grandes sectores de la población colombiana asuman el pragmatismo amoral de la fórmula el fin justifica los medios o la divisa del todo vale? La investigación de los procesos sociogenéticos debería habilitarnos para ofrecer respuestas calificadas.

Por razones de tiempo y de lugar debo mencionar el Bicentenario de la Independencia. Tenemos sobre el tema un panel con participación internacional. El Día de la Independencia es fiesta cívica nacional en nuestros países más, no olvidemos que el proceso de la Independencia tuvo una dimensión continental. Bolivar y Santander iniciaron su impresionante travesía de los Andes en los llanos de Arauca y Casanare para llegar al glorioso puente. San Martín acometió en Mendoza la misma desconcertante hazaña para arribar a Santiago. Sumergidas en las corrientes de la globalización, las grandes regiones del mundo buscan hoy ocupar su lugar en la cambiante recomposición del mundo. América Latina está rezagada en ese empeño para el cual nos asisten tanto las diferencias que alimentarían la complementariedad como las identidades que fortalecen la cooperación.

La Gran Colombia no fue una utopía. Existió objetivamente como estructura estatal multirregional al menos hasta el momento cuando la Independencia fue un hecho consumado. El Ejército que enfrentó a Barreiro en Boyacá en 1819 tenía 2.800 hombres pero en 1821 contaba con 23.000 efectivos. Tres años después el ejército grancolombiano movilizaba a 30.000 personas. Sin la Gran Colombia ¿qué instancia hubiera garantizado la existencia de un fuerza armada de tales magnitudes? Busquemos en esas realidades pasadas inspiración para la superación de los conflictos y dificultades presentes. Sea la ocasión par subrayar la participación numerosa y calificada de historiadores (as) de América Latina en este Congreso. Quizá sea el momento para emprender con decisión el cultivo de la investigación transversal y comparada en el subcontinente.

Estimadas amigas y amigos: que nuestras deliberaciones sean fecundas y la estadía en esta ciudad de todas las personas que han concurrido al Congreso resulte grata e intelectualmente enriquecedora.

Nota de pie de página


[1] Palabras en la instalación del XIV Congreso Colombiano de Historia. Tunja, 12 de agosto de 2008.

Fuente:http://razonpublica.com/index.php?option=com_content&view=article&id=80:sobre-la-historia-del-presente&catid=19:politica-y-gobierno-&Itemid=27

Estado de opinión versus Estado de derecho

“El derecho debe mantenerse como cosa sagrada y la política debe doblar su rodilla ante el derecho”. Estas palabras de Kant sirven de marco a la inquietante reflexión de un reconocido filósofo frente a una tesis reciente del Presidente Uribe.

Un 20 de julio de 1944 fracasó la conspiración contra Hitler y un 20 de julio parece que se aceptó en Colombia el Estado de opinión como fase superior de la seguridad democrática, sacrificando todo sentido de derecho, constitución, política y democracia.

Democracia, no sólo la representativa sino también la participativa, y política sin constitución como forma jurídica, la FORMA de las utopías políticas en una lectura moderna del hilemorfismo aristotélico, carecen de horizonte y de toda normatividad.

Cuando en la modernidad se fueron los dioses, "porque los dioses nos aman tanto que nos dejan ser" (Hölderlin) se nos ocurrió a los humanos el derecho, expresión de la moralidad compartida, como capacidad de la sociedad de darse sus propias leyes (Kant). Por eso un Estado de derecho se construye y se desarrolla hacia la paz perpetuamente con más democracia que con menos.

Porque "un país de abogados", como se dice que es el nuestro, no se puso en pie en el momento que se lo declaró en estado de naturaleza, es decir, de opinión y no de derecho, me parece necesario insistir desde la filosofía del derecho, por decir lo menos, en el cinismo e irresponsabilidad del Jefe del Estado, exaltado a doctor honoris causa en derecho por la Universidad Libre precisamente en el momento que la Corte Constitucional en el 2006 daba vía libre al articulito que permitía su reelección por una vez.

El corazón de la modernidad más que la revolución científica es la revolución moral que permite emancipar el derecho de una moral marcada hasta entonces por cosmovisiones y fundamentalismos religiosos, y buscar sus fundamentos y justificación en un sentido fuerte de participación ciudadana ética y política, que significa soberanía popular como procedimiento, y que encuentra su expresión en la constitución de las naciones como constitución del Estado de derecho democrático.

En este sentido puede hablar Jürgen Habermas con toda propiedad de "patriotismo constitucional" y de la necesidad de una constitucionalización del derecho de gentes, en una concepción de constitución como carta de navegación para los pueblos en el sentido de un dispositivo pedagógico, para aprender gradualmente a sustituir la violencia como medio inveterado de solucionar la insociable sociabilidad de los humanos, su conflictividad connatural, por la concertación, el diálogo, los procedimientos políticos en procura de la paz perpetuamente.

Ignorar esta centralidad de la constitución en el paso del Estado de naturaleza al Estado de derecho es volver o a un estado prehobbesiano, el de la guerra de todos contra todos y el Leviatán mesiánico, o al de la postulación de una voluntad general expresada en sentido moralista como buena voluntad en el mundo de la doxa (el de las opiniones o el de la patria muda), sin que tenga que ser sometida al debate público, ignorando de nuevo el principio kantiano de la publicidad, como condición trascendental del derecho, dado que el palpitar de lo público es condición trascendental de la democracia.

Es precisamente en el tratadito sobre La paz perpetua o "Hacia la paz perpetuamente", como lo leemos hoy en día, donde Kant desarrolla sus principios de filosofía moral, política y del derecho. Es allí donde proclama "que los principios del derecho tienen realidad objetiva, es decir, que se pueden realizar y que esta realidad debe ser tratada, por consiguiente, por el pueblo en el Estado y por los Estados en sus relaciones con los demás Estados, objete lo que quiera la política empírica". Por eso concluye en el mismo lugar: "El derecho de los hombres debe mantenerse como cosa sagrada, por grandes que sean los sacrificios del poder dominante. En este asunto no se puede partir en dos e inventarse la cosa intermedia (entre derecho y utilidad) de un derecho condicionado por la práctica; toda política debe doblar su rodilla ante el derecho, si bien cabe esperar que se llegará a un nivel, aunque lentamente, en que la política brillará con firmeza".

Es cierto que para Kant todavía el derecho es dependiente de la moral o como lo expresan algunos juristas, es herencia de cierto derecho natural, mal emparentado con la metafísica, así se hable de la de las costumbres. Pero precisamente al brillar hoy la política con todo su esplendor, bien se puede hablar no de una fundamentación del derecho en una moral de máximos, en los límites de moralismos fundamentalistas, sino de una justificación de la constitución y del derecho a partir de una ética de mínimos y de un proceso político incluyente y deliberativo articulado como democracia radical participativa como lo soñaran los constituyentes de 1991 en Colombia.

Es en este contexto en el que se debe hablar de cambio de estructuras de la opinión pública en la modernidad o de Historia y crítica de la opinión pública, como reza acertadamente la traducción española del famoso libro de Jürgen Habermas sobre lo público en las sociedades actuales. Sospecho que el Presidente, mal asesorado por sus "Joseobdulios", confunde "el perro con San Roque" como dicen en su (y mi) muy querida Antioquia, es decir en este caso la opinión con lo público, y esto lo arroja en los brazos de un comunitarismo de derecha, allí donde hace doctrina el Estado comunitario, fórmula propia de espíritus pusilánimes y atribulados, que excluye de las relaciones entre sociedad y Estado no sólo el conflicto de la insociable sociabilidad natural en personas en sociedad, sino los dispositivos de la publicidad, la política deliberativa y la democracia participativa, para la solución de los antagonismos propios de los procesos sociales y políticos. Estos o se niegan de entrada, como en el caso de la seguridad democrática, o se pretende resolverlos con moralina de acuerdo con las doctrinas del OpusDei, burlándose naturalmente de la política y del derecho.

Dije comunitarismo de derecha. Pero para el Doctor Álvaro Uribe Vélez, Abogado de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia, hay categorías políticas, que no importa la validez que tengan en la academia y en la sociedad real, carecen de sentido, como lo enfatiza en su discurso en la conmemoración de los 180 años de su Facultad, publicado en (su) Alma Mater, No. 568 de febrero 2008 bajo el ilustrado título, digno de una "inteligencia superior" (expresión del protofilósofo de la seguridad democrática): "Izquierda y derecha. Esa discusión en el continente es obsoleta, polarizante".

Dije categorías políticas. Pero el Presidente de la patria, la de los colombianos, en la última cumbre de Río sostenida en República Dominicana el viernes 7 de marzo de 2008, declaró en su militante intervención delante de todos los jefes de Estado y sus Cancilleres de Latinoamérica: "yo no nací para la política, esto tiene mucho de farsa, lo mismo la diplomacia"; más adelante se confesó demócrata y cristiano. Me temo que ni siquiera podría ser recibido en la democracia cristiana, quien declara farsa la política y la diplomacia en un evento que se caracterizó felizmente por ser muestra fehaciente de hasta dónde puede llegar la política en el camino hacia la paz perpetuamente.

Hablé del camino hacia la paz. Pero para apostarle de forma decidida a la paz antes que a la guerra hay que compartir lo que ya Kant en el escrito que venimos comentando tomaba de un pensador griego: "Lo malo de la guerra radica en que crea más personas malas que las que elimina". Por ello, si no se parte de un compromiso inconfundible con la paz antes que con la guerra, con ciudadanas y ciudadanos en frontera antes que con el protagonismo de los líderes y de los militares, la escena de Santo Domingo queda trasformada, con abrazo final incluido y con frenéticos aplausos, en juego de marionetas en el que se enfrentan y se abrazan como títeres unos a otros como en el teatro de guiñol.

Y es lo que nos quieren poner a jugar nuestros tres mosqueteros en las dos fronteras, de nuevo a pesar de Kant, quien en la conclusión a la doctrina del derecho en la Metafísica de las costumbres afirma:"Ahora bien, la razón práctico-moral expresa en nosotros su veto irrevocable: no debe haber guerra; ni guerra entre tú y yo en el estado de natura­leza, ni guerra entre noso­tros como Estados que, aunque se encuentran internamente en un estado legal, sin embargo, exteriormente (en su relación mutua) se encuentran en un estado sin ley; -porque éste no es el modo en que cada uno debe procurar su derecho." (Los subrayados y los paréntesis son del mismo Kant).

Precisamente en alguno de los teatros de Cartagena, acompañado de sus íntimos, los Empresarios, a cuyos intereses parece no favorecer ahora la terquedad reeleccionista de nuestros tres mosqueteros y quienes en tiempos de crisis son devastados por vientos de guerra, el Presidente acaba de pedir perdón (¿sin olvido?) público por violar el derecho internacional, buscando naturalmente ante todo esa opinión favorable del poder económico, el que se manifestaría como voto de opinión, para superar a como dé lugar, gracias a la experiencia con el articulito de ese veterano de los empresarios de la primera reelección, todos los obstáculos del Estado de derecho constitucional y democrático.

Los vientos de guerra son provocados sobre todo por el poder de IMPERIO. Es ingenuo o irresponsable pensar que la intensificación de la presencia de USAmérica en el corazón de Latinoamérica y el Caribe favorece a los vecinos, como si ellos compartieran esa doctrina tan novedosa de la seguridad democrática. A propósito de ella no hace mucho el sociólogo alemán Claus Offe sentenciaba en Bogotá:"Considero que uno de los peligros más fundamentales para el sostenimiento de una democracia liberal consiste en que las élites políticas utilizan la dependencia fáctica de los ciudadanos de lo que ofrezca el Estado en seguridad, para burlarse de las limitantes a su actuar impuestas por la Constitución. En este proceso de erosión furtiva de los derechos del hombre y del ciudadano constatamos ante todo el cambio de sentido del fin supremo y abarcante del Estado, de ofrecer seguridad, por el de aseguramiento físico (por policía y militares) de los ciudadanos contra agresiones de enemigos externos ("terroristas"). Este cambio de sentido se presenta en una relación tan íntima, que no puede ser ignorada, con el fracaso del poder del Estado en la obtención de las metas de garantizar los derechos económicos y sociales y las pretensiones de seguridad de los ciudadanos: cuanto menos estado de bienestar tanto más estado de seguridad". (Las comillas entre paréntesis y los subrayados son de Offe).

Estado de opinión como la fase superior y característica por excelencia del Estado de derecho. Sus resultados en 7 años saltan a la vista: negociación con el IMPERIO a espaldas, como entre mudos, y contra casi todos los miembros de esa Unión Latinoamericana y del Caribe, que parece alejarse cada vez más de la Casa de Nariño; intensificación de la guerra interna y provocación de la externa con las consecuencias obvias de empobrecimiento de la gente, desplazamiento y dificultades económicas de toda índole; falsos positivos; espionaje y contraespionaje desde el centro del poder; falsos positivos, que para el Jefe del Estado de opinión son sólo un chantaje para amedrentar a los soldados de la patria. En una palabra desprestigio de la política e instalación de la parapolítica, ni siquiera sólo de la politiquería. Y la política y la democracia que se inventaron para solucionar procedimentalmente y en derecho los conflictos que desembocan en violencia, si se niegan sus causas, son suplantadas por la mera opinión al convertir toda manifestación de violencia en terrorismo y calificar a sus autores de bandidos, rincón de San Alejo al que van a parar inclusive las opiniones diferentes.

* Doctor en filosofía de la Universidad de Colonia, autor de publicaciones numerosas, Profesor Emérito de la Universidad Nacional de Colombia y actualmente profesor de filosofía en la Universidad Javeriana.

Fuente:http://razonpublica.com/index.php?option=com_content&view=article&id=370:estado-de-opiniersus-estado-de-derecho&catid=19:politica-y-gobierno-&Itemid=27

Reelección: La táctica se impone sobre la estrategia

Una mirada a la Rusia de Lenin y de Trotsky serviría para entender por qué Uribe será reelegido sin que la oposición sea capaz de impedírselo.

Un libro viejo y nuevo

"Curzio Malaparte" [1]/ escribió un texto obligatorio para quienes pretendan navegar las aguas turbulentas de la "alta política". El libro se titula "Técnica del Golpe de Estado"[2] y su lectura nos permite aproximarnos al fenómeno golpista de la Europa de comienzos del siglo pasado. Entre otros casos, Malaparte examina la relación entre Trotsky y Stalin respecto del peso que uno y otro concedían a los factores tácticos y estratégicos que por entonces se movían en Rusia.

No me sorprendería que de aplicar las ideas de Malaparte a la América Latina de hoy surgieran pistas importantes para entender el presente y, hablando de Colombia, para dimensionar sus perspectivas políticas ad portas de una segunda reelección.

Rusia, 1917

Mientras Trotsky se aferraba a sus tesis de la "insurrección permanente" como camino para derrocar al gobierno zarista o menchevique, Lenin insistía en estudiar el momento y propiciar el golpe cuando estuvieran dadas las "circunstancias favorables" que hicieran viable la revolución. Por eso el 21 de octubre de 1917, a cuatro días del levantamiento de los sóviets, Lenin se preguntaba por qué Trotsky habría desatado la revuelta sin darle seguridades sobre la fecha escogida, mientras que Trosky llevaba ya muchos días de actuar al mando de una "tropa de choque" que ensayaba movimientos tácticos para tomarse las instalaciones policiales, telegráficas, de transporte y de otros servicios públicos en Petrogrado.

Y mientras Lenin se preocupaba por garantizar ante todo el apoyo de los sindicatos, Trotsky organizaba el levantamiento sobre la base de que no era necesario promover la huelga porque "... el espantoso desorden que reinaba en Petrogrado era más eficaz que una huelga general". Trotsky por tanto se había concentrado en agravar el desorden y para ello había formado grupos de milicianos expertos en cada tipo de perturbación, convencido como estaba de que "las masas no nos sirven de nada" y de que para causar una insurrección "no se necesitan circunstancias favorables" sino "una tropa de asalto...(integrada por) hombres armados mandados por ingenieros".

Colombia, 2009-2010

¿Hay algún parecido entre la Revolución de Octubre y el proceso que nos está llevando a la reelección del Presidente Uribe? Malaparte ofrece pistas para responder esta pregunta aquí y ahora.

En primer lugar, Malaparte notaría que los posibles contrincantes de Uribe aparecen embebidos en analizar cuáles son o cuáles podrían ser las "circunstancias favorables" que harían viable derrotar al incumbente en la próxima contienda electoral. Y sin embargo no lucen muy aptos para contrarrestar las tácticas re-electorales que Uribe puso a funcionar en Colombia desde 2003.

A manera de ejemplo, Fajardo está elaborando sesudos diagnósticos sobre el qué, el cómo y el para qué potenciar la seguridad democrática; Pardo está denunciando la maquinaria del Gobierno que hizo tanta presión sobre la Cámara, y el Polo Democrático está buscando ideologías que mantengan unidas sus corrientes "gavirista" y "petrista" por lo menos hasta el día de elecciones.

Mientras tanto y en segundo lugar, Malaparte notaría que Uribe y la que por asimilación podríamos llamar su "tropa de asalto" siguen consolidando el control sobre los entes de poder en el Estado, sometiendo por vía de "persuasión" a quienes sacan la cabeza oposicionista ó propiciando la sequía presupuestal de los opositores de manera que ninguno tenga siquiera el chance de respirar burocráticamente en la escala nacional, regional o local. De esto da prueba el que buena parte de los puestos y contratos se encuentran cuidadosamente administrados desde la Casa de Nariño en beneficio de la causa "insurreccional permanente" del gobierno, como se aprecia cada vez con menos esfuerzo en las plantas de personal de Procuradurías, Fiscalías, Contralorías, Institutos descentralizados, Notarías, Superintendencias, Comisiones, Alcaldías, Gobernaciones y todo los demás.

¿Pero qué sigue?

De la puja entre la estrategia "leninista" de la oposición y la táctica "trotskista" del gobierno, Malaparte habría inferido tres grandes conclusiones. Primera: que Uribe tendrá éxito. Segunda: que sus oponentes de destacan por estar enredados en su elevada capacidad de ensoñación. Y, por consiguiente, que la oposición despilfarró los siete años anteriores descuidando sus bases electorales y dejándose distraer en la retórica de Uribe sobre si la seguridad democrática funciona o no funciona mientras el Presidente profundizaba paso a paso su "táctica" de "insurrección permanente".

Estas "tácticas" no han sido secretas sino que han sido divulgadas ampliamente. Habiendo burlado todas las precauciones morales del clientelismo, ya desde 2005 se veía que la endemia había crecido, resucitando la especie degradante según la cual lo grave es "no pertenecer a la rosca" para participar de sus privilegios[3] . También podría probarse que la Cámara aprobó el Referendo gracias a la lubricación "táctica" que propició el Ejecutivo. Lo que se oye al respecto convertiría en cuento de hadas la que hace 20 años calificaron como escandalosa propuesta de Turbay Ayala por "reducir la corrupción a sus justas proporciones". En esta nueva versión de su original en cabeza de Yidis y Teodolindo algunos de los nuevos miembros de la "tropa de asalto" podrían terminar presos "... pero después de votar". Si con esto no bastara, la Corte Suprema sigue siendo objeto de todo tipo de seguimientos ilegales para ver si se doblega y hasta la Corte Constitucional ha sido ya tocada por el brazo largo de la "tropa" al servicio de la nueva reelección.

Pregunta, respuesta, pregunta

¿Quién hubiera creído en 2002 que la estrategia militar contra el terrorismo terminaría distrayendo acerca de una cuidadosa táctica política que, sin necesidad de esperar al resultado, anunciara con casi un año de anticipación la segunda reelección del Presidente Uribe?

Respuesta: Todo aquel que, con el paso de estos años no hubiere visto el proceso lento pero seguro mediante el cual el Poder Ejecutivo ha cubierto de favores y favoritos a los demás poderes del Estado como precio para consolidar su versión criolla de la táctica insurreccional, sigue siendo leninista.

Ello no es óbice para la otra pregunta: ¿Habiendo sido útil esta táctica para conquistar el poder absoluto, lo será para preservar la salud del Estado y las instituciones sociales después de 2010?

* Magíster en Ciencia Política, Economista, Investigador socio político independiente

Notas de pie de página


[1] Pseudónimo elegido por el italiano Kurt Erik Pelleri (1898-1957).

[2] MALAPARTE, Curzio, 1967, "Técnica del golpe de Estado" en "Obras de...", Ed. Plaza & Janés, Barcelona.

[3] SUDARSKY, John, 2007, "La evolución del capital social en Colombia, 1997-2005", Ed. Fundación Restrepo Barco, Bogotá.

Fuente:http://razonpublica.com/index.php?option=com_content&view=article&id=537:reeleccila-tica-se-impone-sobre-la-estrategia&catid=19:politica-y-gobierno-&Itemid=27