29 may 2011

Estado de opinión versus Estado de derecho

“El derecho debe mantenerse como cosa sagrada y la política debe doblar su rodilla ante el derecho”. Estas palabras de Kant sirven de marco a la inquietante reflexión de un reconocido filósofo frente a una tesis reciente del Presidente Uribe.

Un 20 de julio de 1944 fracasó la conspiración contra Hitler y un 20 de julio parece que se aceptó en Colombia el Estado de opinión como fase superior de la seguridad democrática, sacrificando todo sentido de derecho, constitución, política y democracia.

Democracia, no sólo la representativa sino también la participativa, y política sin constitución como forma jurídica, la FORMA de las utopías políticas en una lectura moderna del hilemorfismo aristotélico, carecen de horizonte y de toda normatividad.

Cuando en la modernidad se fueron los dioses, "porque los dioses nos aman tanto que nos dejan ser" (Hölderlin) se nos ocurrió a los humanos el derecho, expresión de la moralidad compartida, como capacidad de la sociedad de darse sus propias leyes (Kant). Por eso un Estado de derecho se construye y se desarrolla hacia la paz perpetuamente con más democracia que con menos.

Porque "un país de abogados", como se dice que es el nuestro, no se puso en pie en el momento que se lo declaró en estado de naturaleza, es decir, de opinión y no de derecho, me parece necesario insistir desde la filosofía del derecho, por decir lo menos, en el cinismo e irresponsabilidad del Jefe del Estado, exaltado a doctor honoris causa en derecho por la Universidad Libre precisamente en el momento que la Corte Constitucional en el 2006 daba vía libre al articulito que permitía su reelección por una vez.

El corazón de la modernidad más que la revolución científica es la revolución moral que permite emancipar el derecho de una moral marcada hasta entonces por cosmovisiones y fundamentalismos religiosos, y buscar sus fundamentos y justificación en un sentido fuerte de participación ciudadana ética y política, que significa soberanía popular como procedimiento, y que encuentra su expresión en la constitución de las naciones como constitución del Estado de derecho democrático.

En este sentido puede hablar Jürgen Habermas con toda propiedad de "patriotismo constitucional" y de la necesidad de una constitucionalización del derecho de gentes, en una concepción de constitución como carta de navegación para los pueblos en el sentido de un dispositivo pedagógico, para aprender gradualmente a sustituir la violencia como medio inveterado de solucionar la insociable sociabilidad de los humanos, su conflictividad connatural, por la concertación, el diálogo, los procedimientos políticos en procura de la paz perpetuamente.

Ignorar esta centralidad de la constitución en el paso del Estado de naturaleza al Estado de derecho es volver o a un estado prehobbesiano, el de la guerra de todos contra todos y el Leviatán mesiánico, o al de la postulación de una voluntad general expresada en sentido moralista como buena voluntad en el mundo de la doxa (el de las opiniones o el de la patria muda), sin que tenga que ser sometida al debate público, ignorando de nuevo el principio kantiano de la publicidad, como condición trascendental del derecho, dado que el palpitar de lo público es condición trascendental de la democracia.

Es precisamente en el tratadito sobre La paz perpetua o "Hacia la paz perpetuamente", como lo leemos hoy en día, donde Kant desarrolla sus principios de filosofía moral, política y del derecho. Es allí donde proclama "que los principios del derecho tienen realidad objetiva, es decir, que se pueden realizar y que esta realidad debe ser tratada, por consiguiente, por el pueblo en el Estado y por los Estados en sus relaciones con los demás Estados, objete lo que quiera la política empírica". Por eso concluye en el mismo lugar: "El derecho de los hombres debe mantenerse como cosa sagrada, por grandes que sean los sacrificios del poder dominante. En este asunto no se puede partir en dos e inventarse la cosa intermedia (entre derecho y utilidad) de un derecho condicionado por la práctica; toda política debe doblar su rodilla ante el derecho, si bien cabe esperar que se llegará a un nivel, aunque lentamente, en que la política brillará con firmeza".

Es cierto que para Kant todavía el derecho es dependiente de la moral o como lo expresan algunos juristas, es herencia de cierto derecho natural, mal emparentado con la metafísica, así se hable de la de las costumbres. Pero precisamente al brillar hoy la política con todo su esplendor, bien se puede hablar no de una fundamentación del derecho en una moral de máximos, en los límites de moralismos fundamentalistas, sino de una justificación de la constitución y del derecho a partir de una ética de mínimos y de un proceso político incluyente y deliberativo articulado como democracia radical participativa como lo soñaran los constituyentes de 1991 en Colombia.

Es en este contexto en el que se debe hablar de cambio de estructuras de la opinión pública en la modernidad o de Historia y crítica de la opinión pública, como reza acertadamente la traducción española del famoso libro de Jürgen Habermas sobre lo público en las sociedades actuales. Sospecho que el Presidente, mal asesorado por sus "Joseobdulios", confunde "el perro con San Roque" como dicen en su (y mi) muy querida Antioquia, es decir en este caso la opinión con lo público, y esto lo arroja en los brazos de un comunitarismo de derecha, allí donde hace doctrina el Estado comunitario, fórmula propia de espíritus pusilánimes y atribulados, que excluye de las relaciones entre sociedad y Estado no sólo el conflicto de la insociable sociabilidad natural en personas en sociedad, sino los dispositivos de la publicidad, la política deliberativa y la democracia participativa, para la solución de los antagonismos propios de los procesos sociales y políticos. Estos o se niegan de entrada, como en el caso de la seguridad democrática, o se pretende resolverlos con moralina de acuerdo con las doctrinas del OpusDei, burlándose naturalmente de la política y del derecho.

Dije comunitarismo de derecha. Pero para el Doctor Álvaro Uribe Vélez, Abogado de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia, hay categorías políticas, que no importa la validez que tengan en la academia y en la sociedad real, carecen de sentido, como lo enfatiza en su discurso en la conmemoración de los 180 años de su Facultad, publicado en (su) Alma Mater, No. 568 de febrero 2008 bajo el ilustrado título, digno de una "inteligencia superior" (expresión del protofilósofo de la seguridad democrática): "Izquierda y derecha. Esa discusión en el continente es obsoleta, polarizante".

Dije categorías políticas. Pero el Presidente de la patria, la de los colombianos, en la última cumbre de Río sostenida en República Dominicana el viernes 7 de marzo de 2008, declaró en su militante intervención delante de todos los jefes de Estado y sus Cancilleres de Latinoamérica: "yo no nací para la política, esto tiene mucho de farsa, lo mismo la diplomacia"; más adelante se confesó demócrata y cristiano. Me temo que ni siquiera podría ser recibido en la democracia cristiana, quien declara farsa la política y la diplomacia en un evento que se caracterizó felizmente por ser muestra fehaciente de hasta dónde puede llegar la política en el camino hacia la paz perpetuamente.

Hablé del camino hacia la paz. Pero para apostarle de forma decidida a la paz antes que a la guerra hay que compartir lo que ya Kant en el escrito que venimos comentando tomaba de un pensador griego: "Lo malo de la guerra radica en que crea más personas malas que las que elimina". Por ello, si no se parte de un compromiso inconfundible con la paz antes que con la guerra, con ciudadanas y ciudadanos en frontera antes que con el protagonismo de los líderes y de los militares, la escena de Santo Domingo queda trasformada, con abrazo final incluido y con frenéticos aplausos, en juego de marionetas en el que se enfrentan y se abrazan como títeres unos a otros como en el teatro de guiñol.

Y es lo que nos quieren poner a jugar nuestros tres mosqueteros en las dos fronteras, de nuevo a pesar de Kant, quien en la conclusión a la doctrina del derecho en la Metafísica de las costumbres afirma:"Ahora bien, la razón práctico-moral expresa en nosotros su veto irrevocable: no debe haber guerra; ni guerra entre tú y yo en el estado de natura­leza, ni guerra entre noso­tros como Estados que, aunque se encuentran internamente en un estado legal, sin embargo, exteriormente (en su relación mutua) se encuentran en un estado sin ley; -porque éste no es el modo en que cada uno debe procurar su derecho." (Los subrayados y los paréntesis son del mismo Kant).

Precisamente en alguno de los teatros de Cartagena, acompañado de sus íntimos, los Empresarios, a cuyos intereses parece no favorecer ahora la terquedad reeleccionista de nuestros tres mosqueteros y quienes en tiempos de crisis son devastados por vientos de guerra, el Presidente acaba de pedir perdón (¿sin olvido?) público por violar el derecho internacional, buscando naturalmente ante todo esa opinión favorable del poder económico, el que se manifestaría como voto de opinión, para superar a como dé lugar, gracias a la experiencia con el articulito de ese veterano de los empresarios de la primera reelección, todos los obstáculos del Estado de derecho constitucional y democrático.

Los vientos de guerra son provocados sobre todo por el poder de IMPERIO. Es ingenuo o irresponsable pensar que la intensificación de la presencia de USAmérica en el corazón de Latinoamérica y el Caribe favorece a los vecinos, como si ellos compartieran esa doctrina tan novedosa de la seguridad democrática. A propósito de ella no hace mucho el sociólogo alemán Claus Offe sentenciaba en Bogotá:"Considero que uno de los peligros más fundamentales para el sostenimiento de una democracia liberal consiste en que las élites políticas utilizan la dependencia fáctica de los ciudadanos de lo que ofrezca el Estado en seguridad, para burlarse de las limitantes a su actuar impuestas por la Constitución. En este proceso de erosión furtiva de los derechos del hombre y del ciudadano constatamos ante todo el cambio de sentido del fin supremo y abarcante del Estado, de ofrecer seguridad, por el de aseguramiento físico (por policía y militares) de los ciudadanos contra agresiones de enemigos externos ("terroristas"). Este cambio de sentido se presenta en una relación tan íntima, que no puede ser ignorada, con el fracaso del poder del Estado en la obtención de las metas de garantizar los derechos económicos y sociales y las pretensiones de seguridad de los ciudadanos: cuanto menos estado de bienestar tanto más estado de seguridad". (Las comillas entre paréntesis y los subrayados son de Offe).

Estado de opinión como la fase superior y característica por excelencia del Estado de derecho. Sus resultados en 7 años saltan a la vista: negociación con el IMPERIO a espaldas, como entre mudos, y contra casi todos los miembros de esa Unión Latinoamericana y del Caribe, que parece alejarse cada vez más de la Casa de Nariño; intensificación de la guerra interna y provocación de la externa con las consecuencias obvias de empobrecimiento de la gente, desplazamiento y dificultades económicas de toda índole; falsos positivos; espionaje y contraespionaje desde el centro del poder; falsos positivos, que para el Jefe del Estado de opinión son sólo un chantaje para amedrentar a los soldados de la patria. En una palabra desprestigio de la política e instalación de la parapolítica, ni siquiera sólo de la politiquería. Y la política y la democracia que se inventaron para solucionar procedimentalmente y en derecho los conflictos que desembocan en violencia, si se niegan sus causas, son suplantadas por la mera opinión al convertir toda manifestación de violencia en terrorismo y calificar a sus autores de bandidos, rincón de San Alejo al que van a parar inclusive las opiniones diferentes.

* Doctor en filosofía de la Universidad de Colonia, autor de publicaciones numerosas, Profesor Emérito de la Universidad Nacional de Colombia y actualmente profesor de filosofía en la Universidad Javeriana.

Fuente:http://razonpublica.com/index.php?option=com_content&view=article&id=370:estado-de-opiniersus-estado-de-derecho&catid=19:politica-y-gobierno-&Itemid=27

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