29 may 2011

Precio de los alimentos, pobreza y seguridad alimentaria

Alfredo Sarmiento

Los grandes damnificados con el aumento del precio de los alimentos son los pobres, pero hasta una economía como la colombiana puede aplicar remedios, dice el experto en desarrollo humano y autor de múltiples estudios sobre la pobreza.

¿Qué significado y qué efecto tiene el aumento inesperado e incontrolado del precio de los alimentos? ¿Quiénes se benefician y quiénes pierden?

La respuesta es compleja, no sólo porque el problema involucra múltiples actores, sino porque depende del horizonte de tiempo que se considere, y porque el futuro se afectará tanto por las circunstancias externas a Colombia como por las políticas que aplique el país ahora.

El crecimiento desbordado del precio de los alimentos no tiene como única explicación el aumento de la capacidad adquisitiva de los gigantes asiáticos (China e India); también ha sido impulsado por el imparable encarecimiento de los combustibles. Este último no sólo afecta el costo de los insumos químicos para la siembra y el control de plagas, sino que ha venido acompañado de la sustitución de cultivos en grandes porciones de tierras de buena calidad, que antes producían alimentos y que ahora reciben subsidios para que sus cosechas sirvan como insumos de la producción de biocombustibles, como una dudosa fórmula de reducir la contaminación ambiental y cuyos efectos sobre los precios de los combustibles fósiles no han sido hasta ahora perceptibles.

Los pobres son los más afectados

Según el DANE[i], entre junio de 2007 y junio de 2008 el crecimiento global de precios fue de 7.18 %, en tanto que el precio de los alimentos aumentó 11,98 %, para el promedio de la población. Los promedios no nos dicen, sin embargo, todos los aspectos importantes de la situación: la variación de precios para los hogares de bajos ingresos fue de 14.18%, casi el doble del crecimiento de todos los precios. (Los hogares pobres son la mitad de los hogares del país, pero reciben tan sólo la sexta parte del ingreso total de los colombianos).

Las cifras anteriores son elocuentes: el aumento en el precio de los alimentos afecta más a los pobres e intensifica la desigualdad. Afecta más a los pobres, no sólo porque son ellos quienes gastan mayor porcentaje de sus ingresos en alimentos, sino también porque los artículos que mayor incremento han tenido son precisamente los que ellos consumen.

Si además se considera que el salario mínimo en el último año creció en menos de la mitad del índice de alimentos, podemos asegurar que en Colombia se ha producido un aumento en el número de familias y personas pobres. Las cifras sobre pobreza que ha producido el DANE para los dos últimos años aún esperan el juicio sobre los efectos del cambio de metodología. Sin embargo, por la misma definición de la pobreza extrema, como el ingreso necesario para que las personas puedan adquirir los alimentos para asegurar la nutrición mínima, el efecto es importante tanto sobre el número de pobres extremos, que era 14 % en 2005[ii], como sobre la ampliación de la brecha del ingreso que les faltaría para salir de la condición de pobres extremos.

El problema no ha sido sólo para Colombia. Ha tenido impactos importantes en América Latina, aumentando notablemente ese impuesto forzado que se llama la tasa de inflación, porque afecta principalmente a los más pobres. El efecto sentido por los latinoamericanos ha sido más claro a través del precio de los alimentos que a través del encarecimiento de los combustibles, puesto que, en la mayor parte de los países, se dan grandes subsidios al precio de la gasolina, destacándose los casos de Venezuela y Ecuador. En Colombia se viene ajustando paulatinamente, pero dada la velocidad del aumento en el precio internacional, el subsidio aún significa una importante proporción del costo.

Y la tendencia es igual en otras partes del mundo. Según un reciente artículo de dos investigadores del Banco Mundial[iii], "al analizar las encuestas de hogares de nueve países de bajos ingresos, se encuentra que los efectos de aumento de los precios de bienes básicos sobre los pobres difiere considerablemente por país y por bien; pero, es más frecuente que la pobreza aumente... El reciente gran incremento en los precios de los alimentos probablemente aumenta substancialmente la pobreza de todos, en los países de bajos ingresos". Además, recuerda que "un estudio de Ravaillon y Datt[iv] sugiere que un aumento en la tasa de inflación de 3 % incrementa el porcentaje de pobres en 1.2 puntos porcentuales".

El desmedido aumento en el precio de los combustibles ha contribuido además a la coyuntura depresiva en los Estados Unidos, que también afecta a América Latina y a Colombia, aunque en el corto plazo no haya arrastrado, ni al continente ni al país, con la misma fuerza que lo hizo en recesiones anteriores. Las estimaciones de la tasa de crecimiento para el continente se siguen manteniendo un poco más altas que el 4.3 promedio del año pasado, según el Banco Mundial, y el efecto directo sobre el crecimiento colombiano sería pequeño[v]. Pero, si bien el alza en los precios del petróleo ha afectado principalmente a los países no productores como son Centro América y el Caribe, el impacto sobre la inflación y especialmente sobre los alimentos se convierte en el reto principal para el manejo de nuestra economía.[vi]

Las apreciaciones más optimistas sugieren que América Latina en general y Colombia en particular han adquirido lo que el Banco Mundial llama "un sistema inmunológico bajo prueba"[1], que ha enfrentado en esta coyuntura la disminución de actividad en Estados Unidos, manteniendo posibilidades de crecimiento disminuidas pero positivas. Sin embargo las alertas se están dando en el peligro, ya presente, de una inflación que empieza a generalizarse en la región, y en una tendencia comercial que prioriza la producción de biocombustibles sobre la de alimentos. Se puede dar con alta probabilidad un efecto indirecto sobre la economía colombiana que la afecte de manera significativa, como respuesta a "un choque de crecimiento en Venezuela y Ecuador y a los términos de intercambio", alertan los investigadores del Banco de la República[1].

Las causas y los remedios

Las discusiones internacionales sobre cuáles son las causas y los remedios para esta situación se han basado en argumentos que reflejan, en algunos casos, los intereses de quienes los formulan y, en otros, una auténtica preocupación por hallar soluciones.

Por supuesto es necesaria una movilización urgente para atender a los más pobres que se ven literalmente enfrentados a morir de hambre. Es el reto que en el plano mundial enfrenta la FAO, que busca movilizar 24.000 millones de dólares -a precios de 2002 - de ayuda internacional, de los cuales 5.000 millones serían para transferencias directas a personas con hambre y "19.000 millones para combatir el problema de la desnutrición y la pobreza rural, impulsando el crecimiento agrícola y la productividad en las zonas rurales"[vii].

Es importante resaltar dos elementos de la propuesta de la FAO. En primer lugar, la lucha contra el hambre se basa en un compromiso ético universal; en el mundo actual "es una vergüenza moral que 840 millones de personas pasen hambre", y así lo reconocen formalmente 185 naciones en la Cumbre Mundial de 1996 y en el compromiso de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. En segundo lugar, hay suficiente conocimiento para lograr esta meta, pero se requiere construir y cumplir reglas de juego que den prioridad a la lucha contra el hambre, que es la peor expresión de la pobreza, tanto en el plano mundial como en las políticas nacionales.

Desde noviembre de 2001 se ha intentado convertir esta propuesta en realidad, en la Ronda de negociaciones de Doha de la Organización Mundial del Comercio, con 149 países. Pero no se logró cumplir el cometido, al menos en los plazos previstos. La Ronda se suspendió transitoriamente con acusaciones mutuas entre Estados Unidos y Europa, por no haberse puesto de acuerdo sobre cómo reducir las barreras comerciales para los países en desarrollo. Y hace unos días, en Ginebra, finalizaron las negociaciones con enfrentamientos entre China, India y Brasil, de un lado, y Estados Unidos y Europa, del otro lado.

Las diferencias en torno a las soluciones se basan en el tipo de causas identificadas. La discusión es un reflejo de la complejidad de un problema que responde a múltiples causas y se manifiesta de diferentes maneras en cada país.

Un factor claro es el aumento de la demanda, en un volumen poco previsible hace dos decenios, debido a los dos gigantes asiáticos, China e India, que han mejorado su nivel de vida y hoy demandan más granos y más carne. Además los periódicos problemas del clima que se han agudizado en los últimos años, podrían explicar una oferta deficitaria en coyunturas de corto plazo.

Sin embargo, el aumento por esta causa está bien por debajo del impacto de la nueva demanda por biocombustibles, demanda que compite con la alimentación de las personas. Todo depende de que existan tierras sobrantes para los cultivos de alimentos. Si así fuera, la solución sería lograr un ajuste gradual para impedir que una masiva utilización de tierras para los biocombustibles afecte la oferta de alimentos con sus indeseables efectos sobre pobreza y equidad. En este caso, la situación se convierte en una oportunidad para los exportadores netos del grano. No obstante, este no parece ser el caso para el mediano y largo plazo. Los daños que se han hecho al ecosistema ponen un límite a la tierra utilizable y a la forma de explotarla. Además, cada vez se escuchan más voces de alerta sobre el hecho de que el impacto ambiental de los biocombustibles puede acabar siendo negativo pues no logra reducir la contaminación ni reducir la demanda de los combustibles fósiles. Una riqueza para unos pocos que se construye sobre el daño para muchos. Definitivamente se requiere una decisión ética universal sobre la prioridad humana de las finalidades de la actividad económica[viii].

Otro aspecto de la discusión, que también pone en evidencia la necesidad de reglas universales y nacionales para favorecer la producción y distribución de alimentos, es la existencia de regulaciones que restringen el comercio libre. Hasta ahora la presión de los países desarrollados ha logrado disminuir notablemente los aranceles que protegían la producción nacional de los países en desarrollo. Sin embargo, uno de los puntos de desacuerdo de la ronda de Doha es la afirmación de los países en desarrollo de que los subsidios a los agricultores de Estados Unidos y la Unión Europea y las barreras (aranceles, limitaciones cuantitativas, cuotas y prácticas restrictivas disfrazadas de controles) deprimen la producción y los ingresos de los países más pobres. La respuesta suele ser una defensa del mercado libre. Dado que la población que se dedica exclusivamente a la agricultura tiende a ser una proporción cada vez menor de la población, es fácil afirmar que los vendedores netos son menos numerosos que los compradores netos de alimentos. La realidad es que se trata de importadores netos de insumos, lo cual se agravará con las técnicas de semillas genéticamente transformadas y, mientras se presiona a los países en desarrollo para que bajen sus aranceles de importación, se mantienen las restricciones para que puedan exportar sus productos, y se construyen monopolios sobre semillas mejoradas. Buena parte de los insumos para siembra y control de plagas sufre el impacto de los crecientes costos de los combustibles.

En todo caso, las dificultades de la Ronda de Doha ponen de presente la necesidad de un frente amplio de los países en desarrollo, si se quiere lograr un comercio justo y una apertura comercial en los países más desarrollados. La diversificación de la demanda internacional ha permitido a estas economías defenderse mejor de las fluctuaciones de Estados Unidos, y el futuro inmediato del crecimiento de Asia ha mejorado recientemente sus perspectivas (7.3% para Asia y 9.8% para China).

Soluciones para Colombia

Hay espacio para expandir las exportaciones colombianas, pero el reto es lograr una notable mejoría en la infraestructura y en innovación, que aceleren nuestro precario crecimiento de productividad. Como acertadamente afirman Rolando Avendaño y Goril Bjerkhol Havro[ix], a diferencia de México, la estructura de las exportaciones colombianas no se asemeja a la china, pero tampoco está exenta de competir con ella pues nuestras exportaciones no se limitan a recursos naturales, como es el caso de Bolivia y Venezuela.

La crisis es la ocasión para hacer evidente que en Colombia se requieren dos tipos de políticas, bien diferenciados, para enfrentar un fenómeno que tiene claros rasgos de coyuntura pero que tiende a convertirse en una constante de mediano plazo.

Tal como se presenta la actual coyuntura, el mundo enfrenta lo que Amartya Sen llama una privación endémica, pero con un peligro muy real de que se convierta en hambruna para los grupos de población más pobre. En Colombia estos grupos significan algo más de seis millones de personas, aún en el improbable caso de que no sean más numerosos que ese 14 % calculado hace tres años.

Dado el origen de esta situación, que tiene múltiples causas y afecta simultáneamente de formas diversas el bienestar del país, la solución exige construir una verdadera política pública, donde converjan los sectores estatales y privados. Se requiere así mismo un conjunto de instrumentos que por supuesto estén atentos a la prevención de los posibles desastres humanos que significarían las hambrunas recurrentes, que ya se han presentado principalmente en grupos indígenas residentes en Chocó o desplazados que han llegado a varias ciudades grandes. No basta con devolverlos al lugar del que han huido por miedo y hambre. A pesar de la gravedad y urgencia de esta situación, el mayor problema se encuentra en las perspectivas de mediano y largo plazo que exigen acciones concertadas a nivel nacional y universal.

En el campo nacional hay un reto general sobre manejo de la política social que reconozca las interrelaciones entre crecimiento económico y desarrollo social. Mejorar las condiciones de salud, calificación, educación, vivienda y saneamiento es un buen negocio económico y una condición necesaria para la competitividad. Se han incorporado ya en la política de largo plazo del país estrategias para "Mejorar la innovación tecnológica en los sistemas de producción y comercialización agropecuarios. "[x]

Las estrategias deben comprender acciones que mejoren la capacidad de los trabajadores más pobres del campo, para generar ingresos como lo prevé el gobierno nacional. Por supuesto, se requieren acciones para diversificar su trabajo en diversos sectores, que aunque se desarrollen en áreas rurales no necesariamente deben ser agrícolas. Pero la solución de mediano y largo plazo, la que puede realmente superar las condiciones de vulnerabilidad, es lograr el acceso a los activos de tierra, crédito y calificación que han probado universalmente su eficacia. Eventualmente debe considerarse la posibilidad de un estímulo a la migración, especialmente para los más jóvenes.

Cuatro elementos fundamentales se deben tener en cuenta si se quiere enfrentar el efecto que sobre los más pobres pueda tener la coyuntura internaciona:

- Uno es generar una estrategia de comercio interno de alimentos, para que no quede rezagado de los ambiciosos programas de sanidad e inocuidad de los alimentos que ha hecho el país para el mercado internacional.

-El segundo reto es diseñar y aplicar estrategias diferenciadas, según el grado de urbanización y desarrollo de los departamentos.

-El tercero es fortalecer esa parte de la investigación de utilidad pública, que va más allá del conocimiento que aporta a la competitividad nacional en el mercado de alimentos. La investigación en el manejo adecuado de aguas y de bosques protectores y la mejora de las condiciones sanitarias que permanecen nacionalmente iguales a las medidas en el censo de 1993.

-El cuarto es involucrar en la estrategia sectores complementarios, especialmente los de infraestructura, de comunicaciones y de educación para mejorar la competitividad internacional. En el mundo actual las oportunidades de desarrollo no surgen de la lotería de los recursos naturales; se crean, con estrategias que involucren a toda la sociedad en su desarrollo y en su beneficio.

Notas de pie de página


[i] DANE. IPC por grupos junio de 2008 anuales; y boletín especial,1 de julio de 2008.

[ii] Departamento Nacional de Planeación, Misión de Pobreza, Resumen p.30.

[iii] Maros Ivanic y Will Martin, Implications of Higher Global Food Prices for Poverty in Low Income Countries Policy Research Working Paper. Abril de 2008

[iv]M Ravallion y G. Datt, Why Has Economic Growth Been More Pro-poor in Some States of India than Others?, Journal of Development Economics, 68, p.389. Según

[v]Según Ricardo Bernal y Luz Adriana Florez, por comercio y finaciamiento "la relación es nula"; pero " Una caída (incremento) de 1punto de los términos de intercambio produce una reducción (crecimiento) de 0.21 puntos en el PIB"; en cuanto a las remesas pueden ser sustituidas por otros países si la recesión no es mundial. Banco de la República. Informe sobre Inflación, Marzo de 2008 pp.42-46

[vi] Banco Mundial, Latinoamérica frente a la Recesión de EEUU, Guatemala 26 de febrero 2008

[vii] FAO. Programa de Lucha Contra el Hambre, Noviembre de 2003 p.38

[viii] El impacto sobre alimentos difiere por el tipo de producto que se usa (maíz o caña de azúcar) pero el balance ecológico sigue siendo de beneficios netos al menos muy discutibles.

[ix] Avendaño Rolando y Goril Bjerkhol Havro, La Oportunidad de América Latina en Asia, Latin American Economic Outlook, Abril de 2008.

[x] Departamento Nacional de Planeación, Aprovechar las potencialidades del Campo, Bogotá, 2007

Fuente: http://razonpublica.com/index.php?option=com_content&view=article&id=547:precio-de-los-alimentos-pobreza-y-seguridad-alimentaria&catid=20:economia-y-sociedad&Itemid=29

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